martes, 8 de septiembre de 2015

NO TOQUEMOS LAS EMOCIONES.

No toquemos las emociones



     Autor:

                    Victor Rafael Pachas Hurtado 










La autora parte de la hipótesis de que no hay razón práctica sin sentimientos..Si en la Ilustración se daba total primacía a la razón y se rechazaban los sentimientos como algo perjudicial para la moral —Kant, que se nutre del estoicismo y del pietismo, es en este sentido el autor de referencia, aunque no está de más recordar que en la misma época conviven otros autores más hedonistas, conocidos como los ultras de las luces, que subrayarían lo que Victoria Camps mantiene en este ensayo  Sobre el gobierno de las emociones de Victoria Camps cabe citar citar entre otros a Maphertuis, Helvetius, La Mettrie, D´Holbach, Hume—, hoy en día la primacía absoluta la acapara el sentimiento (cayendo incluso —diría yo— en el sentimentalismo). Todas las ciencias sociales parten del supuesto, a veces exagerado, de que somos seres emotivos y no racionales. Se ha pasado del reduccionismo racionalista al reduccionismo emocional. La consigna –nos dice Victoria Camps- viene a ser: “puesto que las emociones son tan importantes, no las toquemos, dejemos que se expandan y que se manifiesten en su pureza. ¡Vivan las emociones!”. La publicidad comercial vende “experiencias”, “sensaciones fuertes”, o directamente “emociones”. La psicología ha contribuido mucho a potenciar el papel de las emociones, pero ese énfasis puede llevar a equívocos: en primer lugar, puede llevarnos a pensar que todas las emociones son buenas y que por ello hay que dejarlas expresarse y desarrollarse tal cual son. Veremos que no se trata de eso. En segundo lugar, otro equívoco sería el culto al yo, pensar que lo espontáneo del individuo es lo bueno. Este segundo equívoco es nefasto, por ejemplo, en el terreno educativo.  Desde este punto de partida, la autora se propone analizar cuál es el lugar de las emociones en la ética. Nos adelanta como premisa que las emociones son los móviles de la acción, pero también pueden paralizarla. Por lo tanto, el gobierno de las emociones será el cometido de la ética. Estas páginas analizan la vinculación estrecha que debe darse entre razón y emoción. Por lo tanto, la ética no puede prescindir de la parte afectiva o emotiva del ser humano porque una de sus tareas es, precisamente, poner orden, organizar y dotar de sentido a los afectos o las emociones. La ética no ignora la sensibilidad ni se empeña en reprimirla, lo que pretende es encauzarla en la dirección adecuada para aprender a vivir de la mejor manera posible. Realmente, nos dice la autora, volvemos a la ética aristotélica.. Es posible gobernar y moderar o incentivar las emociones, no solo porque la razón está para eso, sino porque las emociones no son algo supuestamente natural y espontáneo que el individuo posee debido mayormente a su dotación genética. Existe el peligro de naturalizarlo todo y decidir que lo que se supone natural no es modificable. El entorno económico, social, cultural, ideológico, jurídico en el que se desarrolla la conducta de las personas determina en gran parte los sentimientos

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